miércoles, 20 de octubre de 2010

CIEN HORAS CON DELIRIO

He sabido conservar el ánimo en alto durante mucho tiempo; conservar la cordura en tiempos de locura... he sabido, pero no he sabido cómo contenerme al cien porciento, pues aún sabiendo lo que sé, creyendo en lo que creo y viviendo como vivo, siento que no puedo contener esa locura dentro de mí por tanto tiempo como esperaba.

Superar los obstáculos; subir las montañas; escalar hasta lo más alto de mi ego para ser yo mismo, y vivir en un completo estado de tranquilidad y estabilidad tanto emocional como físicamente, es lo que he intentado por mucho tiempo.  La subversión en mi vida, la locura, el trastorno y la insensatez encierran mi alma en la parte más profunda de mi álter ego; ése otro yo; quien debería ser siempre... el que no está presente; y ya encerrada mi alma no me resta más que seguir viviendo sin saber quién soy.  No me queda más remedio que saber lo que sé sin poder hacer nada.  No hay otra salida, sólo estar presente aún estando en una total ausencia.  Y es que aún encerrado dentro de mí trato de salir; aún mantengo esperanzas en mi desesperación.  Aún grito en las noches en silencio.  Aún miro las estrellas pensando que me escuchan.  Aún siento que hay algo aunque no lo puedo ver.

Y dentro de éste vacío, que soy yo, una y otra vez vuelvo a lo mismo.  Y vivo taciturno; áspero como lija.  Alejo todo ser vivo para poder sentirme en paz... en paz con mi delirio de superioridad, de que sé cosas que nadie sabe y que al final ni yo las sé.  Las noches se van como el agua de tsunami, que cuando vuelve ya no hay marcha atrás.  Las sombras que se paran justo frente a mi cama se acercan poco a poco y susurran sin parar: "¡Vete!  No eres nadie y nunca lo serás".  Lo triste del caso es que creo en ellas porque surgen de la nada, me miran a lo lejos y me conocen mejor que yo mismo.  Muchos le echan la culpa al "diablo" pero la realidad es que consuela el saber que alguien, aunque sea una sombra, sabe la realidad de tu vida.  A veces las sombras llegan a nuestras vidas y las ignoramos; así como ignoramos la verdad.  Lo que no nos damos cuenta es que siempre que haya luz alumbrándote desde algún lado, ahí estará esa sombra que no quieres escuchar.  Y te recordará en silencio la verdad que no quieres saber.

Las horas pasan y encerrado en un cuarto oscuro, húmedo y frío siento que llega el carcelero a abrir la puerta ancha que alguna vez me hizo pasar; viene y alimenta mis delirios con burlas y gritos; con golpes e insultos; con mi verdad... para luego dejarme solo de nuevo, otras cuarenta horas con Delirio.  Pero no basta con eso.  Ya no soy un esclavo, mas prisionero soy; prisionero de mí mismo; prisionero de mi vida; prisionero, pero no porque quiero sino porque tengo.  Prisionero de Delirio.  Esa única persona que me abraza y siempre está ahí.

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