sábado, 13 de agosto de 2011

LA ROSA DE LOS CUATRO VIENTOS

Sale de madrugada; como si fuese día.
Revuelo de media noche.
El viento en su cabello (dulce pesadilla),
Las espinas sobre su piel;
Ella... toda ella: enigma sin descifrar.

Camina sobre sus tallos en la oscuridad
Queriendo obtener algo imposible.
Camina, sin más que buscar,
Sólo miradas furtivas y deseos...
Deseosa de placer en sus entrañas.

Los recuerdos la atormentan;
Los susurros al oído... a cada paso.
Los besos en esa vieja plaza con su amor,
Con el sol de testigo... con viejos locos ahí.
Y el viento acariciando a cada cual.

Sólo huyeron del sol y bajo una sombra,
Una sombra de alivio (perpetua habitación).
Los árboles eran su refugio,
El viento su aliado; mil ojos sobre ellos
Mas no los adecuados.

Y llegó la tarde llena de nostalgia;
Llegó y nunca se fue de su mirada.
Con el sol palpitando a cien grados
Mas a ella nunca la miraba.
La luna eterna; por siempre sombreada.

Y así fue que La Rosa, eterna enamorada, sopló a los cuatro vientos....
Así, una y otra vez, se hizo una con el aire.
Así, también cegó a su amado;
Quien lleno de dolor, angustias y nostalgia,
Una y otra vez le llamaba.
Durante largos días le llamó
Sin saber que ella en la noche vivía;
Sin saber cuánto su corazón latía.

Enterrando sus tallos en la arena, a la orilla del mar,
Con el viento de su lado revolcándo su cabello;
Con el agua a sus pies, y todo un mundo,
Germinó y no paró de crecer.

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