lunes, 11 de julio de 2011

¿UN SUEÑO?...

Era una iglesia debajo del agua. Visitamos la iglesia; era una estructura antigüa y sólo alcanzábamos ver el techo. De momento escuchamos una música y me dice: "vamos a ver a la banda que está tocando". Sin saber cómo, ya estábamos en el techo de la iglesia, caminando y buscando de dónde venía el sonido. Alcanzamos a ver el grupo musical, sin verlo; podíamos ver la música. Un estilo rock indie, nadie los conocía pero era ese estilo de música que cuando lo escuchas sabes que te gustará por el resto de tu vida; y que su música te podía transportar de un mundo común y corriente a un mundo lleno de fantasías, amor, tristeza, nostalgia y alegría.

Ella se cae al agua y yo, tras ella, brinco al agua para asegurarme que no le haya pasado nada y ahí empieza la historia. Sin tanques de oxígeno ni máscaras de buzo pudimos ver con claridad toda la iglesia dentro del agua. Empezamos a nadar buscando algo que no sabíamos qué era aún. Pudimos ver más personas nadando y disfrutando dentro del agua (lo cual era algo raro... pero era normal). De momento ella se quedó sin respiración y tuve que sacarla del agua. Pasó un día, como si fuese un segundo. Volvimos al mismo lugar y ella decide volver a nadar. Voy tras ella, mirando todo el espectáculo que se nos presentaba delante de nosotros en ese mundo submarino. Nadamos, pero por menos tiempo. De repente, sin darme cuenta, vi que la sacaban del agua, nuevamente porque quedó sin respiración. Parecía que una vez estaba allí, ya ella era parte de ese mundo y no quería irse. Un hombre con aspecto de carnicero de pueblo, bastante alto y robusto, le salvó la vida. Todos miraban sin saber qué había pasado. Yo le agradecí y fui a ver si estaba bien. Le pregunté cómo estaba y sólo contestó: "no vuelvo a meterme ahí".

Otra vez, sin darnos cuenta, había pasado otro día. Parecía otro segundo. Los días eran largos, pero una vez acababa uno, comenzaba el otro inmediatamente. Como es, pero más rápido. Sin darnos tiempo a saber que dormimos. Otra vez estábamos mojados en el agua cuando de repente, debajo de nosotros había una medusa que resplandecía. Sólo se movía. Tuvimos miedo pero nos quedamos mirando hasta que se fue. De la nada apareció una mujer saliendo del agua. Ella era diferente; alzó sus manos y de sus dedos salieron como una especie de tentáculos, parecidos a los de las medusas. Miramos con asombro, pero sin miedo. Igual, otras personas salieron del agua teniendo otras características de diferentes animales acuáticos. De momento todos nos rodeaban y ella empezó a transformarse en una especie de sirena, pero sin la cola, aunque tenía algo parecido a ellas en sus piernas. Su cuerpo siguió transformándose y, yo sin saber qué hacer, observaba.

Ya éramos parte de ellos. Una raza que nunca habíamos visto ni conocido. En esa iglesia de piedra debajo del agua, sin saber cómo, éramos los escogidos para formar parte de ellos. La coronaron como reina, como la esperada; ella era todo para ellos. Yo, una especie de vigilante con cuerpo de hombre, cara cuadrada, con ojos y alas de búho. Observaba a lo lejos a la gente. Velaba por todo y por todos. Buscábamos cosas que no eran prioridades en nuestra vida anterior. Ahora nuestra prioridad era vivir en paz, velar por los nuestros y ser un misterio.

Las personas que llevaban muchos años allí nos contaron de su cultura. Nos contaron cómo surgió esa raza nueva de seres humanos que vivían, la mayoría, bajo esa iglesia de piedra. Nos contaron que entre las décadas de los años cincuenta y los años setenta fue que se formó esa civilización, conocida por nadie y por algunos en aquellos lares. Nos enseñaron esculturas, dibujos, retratos, artesanías... en fin, un mundo nuevo para nosotros.

Pasado el tiempo, recuerdo que andábamos por unas calles y de repente ella se comenzó a secar. Se secaba su piel, sus manos, sus piernas, su cuerpo, su pelo... todo. Una señora, amiga, me dijo: "ella hace eso para llamar tu atención porque no le haces caso". Enseguida la metí al agua pensando que su sequedad era producto de estar demasiado tiempo fuera del agua. Cuando la sumergía, comencé a ver cómo a cada ser acuático le sucedía lo mismo. Se ponían tiesos, casi sin poder hablar ni moverse; todos secos. Le pregunté a la señora qué sucedía. Ella me respondió con una pregunta: "¿ustedes son casados?", a lo que acerté. Ella me respondió: "nosotros hicimos ese conjuro hasta que las palabras se sequen, pero las palabras no secan, se seca la gente". Entonces ahí supe el por qué de todo. Pregunté si había algún remedio a lo que me respondieron que sí, que siempre había. Procedieron con el remedio y todo estuvo mejor.

Nos habían conjurado en un compromiso que ya estaba hecho. Un conjuro encima de otro; un hechizo tras un juramento perpetuo que no podía ser. Eramos seres secos; nuestras palabras permanecían pero por la falta de ellas nos secábamos... y así...

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