Me pierdo entre
pensamientos que no sé si eran míos en algún momento.
Igual, entre frases y
mitos, entre disturbios y palabras sin sentido me muevo,
y el recuerdo de lo que
alguna vez fui sigue ahí, metiéndose entre las sábanas.
Aún así, todo es más
pequeño de lo que solía ser.
No es mi culpa que yo ande
en Marte o usted en la Luna.
No es mi culpa ser un
misántropo, es de la humanidad en general.
Y aguantar la grandeza que
existe en mí o la pequeñez de la humanidad es imposible;
las olas siempre vienen y
van, igual que la espuma, pero la arena siempre está ahí.
Seca o mojada.
Mi cuerpo, detestable, se
encoje por arrugas.
En mis ojos puedes
observar algo de ti que no te atreves a aceptar; igual ahí estará.
En mi sonrisa... ¿qué
sonrisa? Lo único que se refleja es lo que quieras;
y mi ceño fruncido me
causa más dolores que la incomodidad que sientes al verlo.
¿Piensas que quiero ser
así? Por mí sería ignorante.
Por mí, yo sería uno más
del montón que pretende ser algo que no es;
un optimista que te
aconseja y te deja saber lo mucho que el esfuerzo te lleva a tu meta.
Por mí sería otro
psicópata más en nuestra sociedad,
uno de los mejores; la
palabra “optimismo” no podría describirme.
Pero soy lo que soy y por
más que lo intente no lo puedo cambiar.
Sería consciente, amable,
decisivo y amistoso;
sería un líder, más
estable, sencillo y amoroso.
No tendría problemas en
llegar a la luna y volver con ella en la mano
pero mi naturaleza
realista me prohíbe ser tu aliado.
Quisiera ser un mar de
abrazos y bailes... pero la estupidez me aparta a un lado.
Al final desaparezco entre
las sombras
porque lo que nadie
entiende, nadie lo aprueba;
porque aunque entiendas,
no lo aceptas.
Al final dejo un rastro en
tu memoria
pero no lo enfrentas, lo
ignoras.
No eres menos que yo pero
estás muy lejos de llegar a ser mayor.
Lo único que te somete a
la estupidez diaria de tu vida es tu máscara.
Una vez la remuevas verás
que el mundo no es más grande sino más pequeño.